lunes, 1 de agosto de 2011

Ocaso

Por más que luchara las cosas no cambiarían: Va a morir.

Lo sabía, tal vez, como muy pocos. Sin embargo nunca fue suficiente. Por las noches desaparecía en el mar de las ventanas de su alma, hasta que el cansancio y el clonazepam ganaban la batalla en su interior y simplemente caía en su cama. Pero cada amanecer pesaba. Cada incursión en esa rutina estéril iba matando su Ello rápidamente, y aun así, su lucha consistió en no dejar que eso sucediera. El ruido sin sentido que lo envolvió.

Libró la lucha para no ser un Superyó y fue consumiendo su cuarto de siglo hasta volverlo sólo un reflejo, una cascara vacía, ese resultó ser su principal temor. Y siguió luchando, no se rindió. Vio correr la plenitud de nuestra naturaleza, y aun así siguió siendo hombre.

Cualquier día, dejo de creer en si mismo…

Baile Marchito

Los golpes de luz
Excitan la carne

Cuando las puertas se abren
Y las arenas se esparcen

Suena la música
Se oye el baile marchito

Sobre las luces
Sobre el Averno infinito

La boca sabe a fuego

Fuera de aquí no hay nada
Adentro está vacío desde esta mañana.